Nombre:
LAYA
Añada:
2012
Denominación
de Origen: ALMANSA
Uva: 70% Garnacha tintorera/ 30% Monastrell
Productor: Bodegas Atalaya para Orowines
Precio aprox.:4,95 € (cellercandani) y (Enterwine)
Bodegas
Atalaya es otro de los proyectos de Orowines, esta vez en la provincia de Albacete, este proyecto lo dirige un Australiano de origen español,
Frank Gonzales que cuenta con 25has
de viñedo, en cual la mayor parte de él es predominante la Garnacha Tintorera
(uva autóctona de Almansa) y Monastrell.
En este otro proyecto de Orowines, de esa gran sombra que es Juan Gil, se ocultan tres obras de
arte, Alaya, La Atalaya y Laya. La tercera es la que veremos a
continuación, el benjamín de la familia.
Como siempre que hablo de estos vinos
jóvenes, normalmente comento algo como: No por ser, el pequeño, el joven, el
benjamín, bla, blablá… a de ser peor. Esto es porque si el joven es bueno,
imaginad el potencial de los otros, si alguien con un producto inferior o
superior a 5€ tiene un cuidado, un esmero, un cariño y una seriedad por ofrecer
un producto mas que digno, que debemos esperar de sus hermanos mayores? Pues
mucho, pero se agradece que todo lo mencionado anteriormente, se encuentre también
en los benjamines de la familia.
Pues esta pequeña obra de arte, cuenta
con un paso por barrica de cuatro meses, suficientes para gestar una buena idea
que quede plasmada en el tapiz.
En copa se nos muestra con un precioso color
cereza oscuro, un ribete violáceo acompaña dando una pincelada de color a la
oscuridad, un profesor de pintura que tuve, me dijo en su día: Para dar
oscuridad, para ennegrecer algo, para sombrear, utiliza siempre el Lila o
Violeta, ya que el negro es ausencia de color y eso no existe. Este vino rebosa
esos matices por doquier, con una caída de lágrima de las más elegantes y
uniformes que se puedan ver en un vino joven.
La nariz esboza la idea, plantea carboncillo
en el papel, trazos de lácteos, sombras de balsámicos, perfilan la fruta roja y
negra, con una línea marcada, dura y potente, no hay miedo, herbáceo y floral,
las lilas asoman porque esta es su época, una ultima mirada y vemos una idea
envolvente, que tarda en salir de tu nariz, de tus recuerdos, de tu mente.
La boca es la definición de esta obra,
hemos dejado los esbozos, hemos cogido el pincel y nos dedicamos a golpear con
voluntad, determinación. La frescura con la que entra, es igual a la de una muñeca
de pintor novel, tiene ganas, nos plantea un cuadro cotidiano, donde un hombre
corta el césped y nos inunda ese recuerdo, las frutas de estío llegan a su
punto final, la zarzamora sobre madura, despide ese olor dulzón y licoroso, más
cerezas en el árbol, las fresas en la mesa, de lejos los eucaliptos los vemos
bailar al son de los primeros golpes de aire, la mano es decidida, dura,
imperturbable aun busca su trazo, como los taninos, jóvenes, pero bien
integrados, esa idea de controlar e integrar es la acidez también, aunque esta
esta hipercontralada, lo primero que aprende cada pintor que signo es suyo, que
forma, que detalle lo hace marca y símbolo.
Al final todo es una obra de arte, de
un artista novel, de un vino joven, una bomba de juventud, una bomba de
sabores, el recuerdo de ella, no te pude dar nada mas que alegría, es el inicio
de un grande, como el retrogusto de este vino que nos devuelve el recuerdo de
su fruta.
Excelente ensamblaje, excelente
principio y poco más hay que decir.
Maridara con casi todo lo que pongáis en
mesa, guisos, caza, barbacoa, pastas, embutidos… Una joya enorme lo que nos
ofrece Orowines con este vino, no
tener una caja de este vino es un pecado, allá vosotros lo que queráis hacer
con el, pero al menos disfrutadlo una vez, porque yo:
Ya lo he hecho!
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